lunes, 29 de marzo de 2010

El Amor Cortés



EL AMOR CORTÉS.

Manuel Fernández Espinosa.



El nombre de "amor cortés" ("amour courtois") no aparecerá hasta bien avanzado el siglo XIX, y hemos de atribuir este neologismo a Gaston Paris que lo emplea por vez primera en 1883. El nombre de "amor cortés", pues, no llegó a ser empleado por los hombres -caballeros, poetas y enamorados- que vivieron el dicho "amor cortés" como una experiencia amatoria que se implantó tempranamente en los círculos más refinados de la sociedad medieval (desde el siglo XII).


El "amor cortés" es una modalidad de amor que se plasmará literariamente en varios géneros. Por un lado, serán los trovadores provenzales; pero también será significativa la presencia del "amor cortés" en la narrativa de Chrétien de Troyes (1135-1190). Recordemos que ya al comienzo de "El caballero del León" (redactado allá por 1170-1181) el autor francés constataba, lamentándose, que: "...Amor tiene ahora muy pocos seguidores, pues casi todos le han abandonado y Amor ha decaído mucho y si antes los que amaban eran llamados corteses, nobles, generosos y honorables, ahora Amor se ha convertido en mentira porque los que nada sienten dicen que aman pero mienten y van diciendo falsedades los que se envanecen de ello sin tener ningún derecho."También pudiéramos detectar el "amor cortés" en los Cancioneros españoles y en otros de otras latitudes; en la obra de Dante Alighieri y los poetas toscanos (Guido Cavalcanti, Boccaccio, Petrarca...). Y también será el "amor cortés" el que acapare la atención de algunos egregios tratadistas, como Andreas Capellanus en su libro "De Amore" o "Tractatus amoris et de amoris remedio" ("Sobre el Amor" o "Tratado del amor y el remedio de amor", compuesto a finales del siglo XII).


Si durante muchos siglos se siguieron las recomendaciones y los dictados que sobre el amor había propuesto el poeta Ovidio, recogidos en su "Ars amandi" (Arte de Amar), la vida palaciega y cortesana de los castillos occitánicos del siglo XII vendría a suplantar el amor propio de la Antigüedad pagana: "libidinoso", "sensualista" y "perfectivo" (llamaremos "amor perfectivo" al que busca su consumación en la realidad efectiva). Serían las "cortes de amor" las que transformarían el "amor ovidiano" en una intelección y una vivencia del "amor" muy distinta, el llamado "amor cortés". Este "amor cortés" prevalecería desde su invención hasta el crepúsculo del siglo XVII, bien arraigado en los círculos cultos y literarios.


Tenemos que mencionar a Leonor de Aquitania, nieta de Guillermo IX, el primer trovador, como la "Reina de los Trovadores". Casó dos veces, primero con Luis VII, rey de Francia, y, tras enviudar, con Enrique Plantagenet, duque de Normandía y rey de Inglaterra. Ella, Leonor de Aquitania, fue la musa y la patrocinadora de una serie de "cortes de amor" levantadas en todos sus dominios. Su hija, María de Champaña, continuaría la labor de su madre en la animación de estas "cortes de amor". En la corte de María de Champaña será donde el clérigo André le Chapelain (el más arriba mencionado bajo el nombre de Andreas Capellanus) registraría la dogmática del nuevo amor en su tratado "Ars honeste amandi" (Arte del honesto amor). Comienza con este tratado el proceso de idealización de la mujer y el amor.


En el siglo XIII el "Roman de la Rose" será el gran poema francés que codificará toda la compleja trama de lo que llamamos "amor cortés". El "Roman de la Rose" será la obra magna del género trovadoresco galo. Se trata de un relato dividido en dos partes, de contenido diverso, en el que trabajan dos autores (Guillaumen de Lorris y Jean Chopinel, más conocido como Jean de Meun). El "Roman de la Rose" es una gigantesca alegoría que, bajo el relato de un sueño se nos cuentan, de modo simbólico, las vicisitudes por las que atraviesa el amante. El "Roman de la Rose" inspirará la gran tradición de literatura medieval alegórica de todas las lenguas romances y hasta germánicas.


Germánicas, pues tanto el "amor cortés" como la "alegoría" no serán temáticas exclusivas de las cortes francesas. En Alemania aparecen los vocablos "Minne" y "minnesänger", adaptaciones alemanas del "amor cortés". Caballeros poetas como Hartmann von Aue, Wolfram von Eschenbach, Gottifried von Strassburg, Friedrich von Hausen, Walther von der Vogelweide, Ulrich von Lichtenstein... Todos ellos se preguntarán: ¿qué es la "Minne"? La "Minne" -se contestan- es una fuerza capaz de entusiasmar el ánimo noble, una fuerza misteriosa y mística que reina soberana, y, que, mezclando felicidad y tormento, triunfa sobre la muerte. El amor por la Señora les transmuta el mundo, les hace descubrir el paraíso y les abre las puertas del cielo. Este amor ha de ser fiel y casto. Ellos son los "minnesänger" (los cantores de la "Minne", los trovadores de la "Minne").


El "amor cortés", la "Minne", es el "fino amor" donde "finura" indica la elegancia de las personas, de las frases, de los actos y de los sentimientos que de tal modo "fino" amaban. Este amor llevaba implicaba un "Siempre amar y amor seguir", donde el amante no se propone un objetivo o una meta, sino que se mantendrá en un estado de amor que no aspira a ninguna recompensa o galardón.


El "amor cortés" se trata, pues, de un amor imperfectivo -a diferencia del propuesto por Ovidio, que se cifraba en conseguir sensualmente el premio del amor. El amante se mantiene como amante servicial y fiel sin esperanza de lograr a la mujer amada. El amante se subordina y somete a la Dama que reina como soberana, de la que nada espera y a la que dedicará su vida, sumida en un estado de melancolía. El poeta no llora su fracaso, sino que se mantiene en ese estado sin solución padeciendo y deleitándose en ese amor sin consecuencias mayores.


Si no en todos los casos, el "amor cortés" contenía -más o menos difuminado- el virus de la herejía cátara que negaba la procreación como perpetuación de la materia, materia que se entendía como principio de las tinieblas y del mal absoluto en contraposición al principio espiritualista; lo que es a la postre una aberración maniqueísta. El "Amor Cortés" pretendía también sustituir la devoción a la Virgen María por la devoción a una "dama" mortal; en ese sentido el "amor cortés" puede entenderse como uno de los primeros síntomas del "Renacimiento" que va alejándose del culto católico, introduciendo perversiones ideológicas.


No obstante, también habría que tener en cuenta que el "amor cortés" introdujo ciertamente un refinamiento en las relaciones sociales y en la consideración de la "Mujer" como ser digno de respeto, atenuando la atávica misoginia patriarcalista que prevalecía desde la remota antigüedad.
Como contrario al "amor cortés", otro concepto aparecerá: es el concepto del "Buen Amor". No en balde forma parte del título de la obra señera de Juan Ruiz el Arcipreste de Hita. El "Buen Amor" es un término muy amplio que designaba tanto el amor divino como la mera amistad o solidaridad humana. Pero en el sentido que nos ocupa venía a designar a los que buscaban la procreación ante todo, movidos por el instinto natural. Los partidarios del "Buen Amor" calificaban al "amor cortés" como "loco amor", pues consideraban -en su sensatez- que la "devoción" a la Dama sin expectativas de consumar la unión era algo anti-natural. Pero a la vez añadían una nota de sensualismo de la que está exento el "amor cortés", mucho más puro y noble en su desinterés y castidad.


En un momento determinado -allá por el siglo XIV- la producción literaria inspirada por el "amor cortés" se convierte en repetitiva, adocenada y tópica. Serán los "stilnovistas" (Dolce Stil Nuovo) de la Toscana, principalmente, los que abran las ventanas a un aire nuevo. Son esos que militaron en la confraternidad de los "Fieles de Amor", entre los que cabe mencionar al Dante que poetiza a partir de su libro "Vida Nueva".


Pero en España serán los moldes del petrarquismo los que renovarán tanto los temas como las imágenes poéticas, y bajo esa inspiración petrarquista cantará nuestra lírica hasta más allá de Francisco de Quevedo.


Resumiendo podemos decir que ni el "amor cortés" de los espiritualistas ni el "buen amor" de los groseros sensuales son fórmulas que puedan ser aceptadas por la sana doctrina católica.


El Magisterio de la Santa Iglesia Católica sostiene, en el fiel de la balanza, que el amor humano no puede conformarse a las estrechas etiquetas de un amor idealizado -desrealizado, más bien-, un "amor estéril" (como es el amor cortés) ni tampoco a un "amor" (el "amor sensual") que busca tan sólo la complacencia y satisfacción de los instintos, sin el horizonte del compromiso, alimentando tan sólo la frivolidad y el hedonismo.


Llamaremos auténtico amor al que existe entre dos seres de distinto sexo -un hombre y una mujer-, que, libremente, por propia voluntad, deciden comprometerse, prometiéndose fidelidad y amor, ordenando sus vidas y su amor mutuo y recíproco a la procreación.


El amor humano para ser pleno amor humano ha de estar dirigido a la formación de una familia, célula básica de toda sociedad humana normal. La familia es el fin que se ha de proponer todo amor humano no degenerado; el amor humano se trata, pues, de la base que funda y mantiene, por lo tanto, esa institución civilizatoria por excelencia -la familia- que en nuestros días está sufriendo una ofensiva atroz.


Publicado por Maestro Gelimer en 19:33

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